Sábado. 21:15. Cocina llena, comedor lleno, barra llena.
David, dueño y jefe de cocina de un bistró que venía remontando, saca la bandeja y nota algo raro: el horno no calienta.
Lo apaga. Lo enciende. Nada.
Hace lo que hacemos todos: le da una colleja. Nada.
Se le cae el alma al suelo. Ese horno era suyo. Lo había comprado hace 5 años en una oferta de esas “últimas unidades” que luego te dejan la última paciencia.
Pero…
David ya no usaba ese horno.
Lo había sustituido hacía dos meses por uno nuevo, alquilado.
Con instalación incluida.
Y mantenimiento también.
¿Qué pasó esa noche?
— Llamó al técnico de Santa Sed.
— Le dieron solución al instante: equipo de sustitución de urgencia al día siguiente.
— Pero además: el horno alquilado estaba intacto.
El que falló fue el antiguo. El de “propiedad”.
Esa noche, no solo salvó el servicio. Salvó el restaurante.
Y de paso, aprendió una lección que ahora repite a quien quiera escucharla:
“El equipo no es un activo. Es una herramienta. Lo que tienes que poseer es el control, no la maquinaria.”
Comprar vs alquilar no va de pasta. Va de estrategia.
- Alquilar es tener margen.
- Alquilar es poder crecer sin fundirte.
- Alquilar es poder cambiar cuando el local se llena y necesitas más capacidad.
Comprar es casarte con un horno.
Alquilar es salir con él, ver cómo se porta… y si no te gusta, cambiarlo sin repartir los muebles.
¿Final feliz?
David ya no compra nada.
El horno, el abatidor, el lavavajillas, la cafetera…
Todo alquilado.
No le quita el sueño.
No le come el presupuesto.
Y si algo falla, tiene solución.
¿Quién se lo pone fácil? Ya lo sabes: Santa Sed.