Ana lleva 14 meses con su restaurante de cocina mediterránea.
Producto fresco, ejecución rápida, mise en place perfecta.
Todo controlado.
Hasta que un jueves, justo antes del puente, la mesa fría decidió morir.
Nada grave: dejó de enfriar.
Solo eso. Lo justo para arruinar la preparación.
Lo justo para tirar medio servicio.
Lo justo para joderle el finde.
¿Y ahora qué?
Ya había gastado más de 1.000 € en reparaciones ese año.
Cada vez que la mesa fallaba, llamaba al técnico.
Y el técnico venía… cuando podía.
Esta vez no esperó.
Llamó a Santa Sed, preguntó si se podía alquilar una, y en menos de 48 h tenía una mesa nueva.
Instalada.
Funcionando.
Sin tener que soltar un euro de golpe.
El cambio fue tan grande como invisible
La comida aguantaba mejor.
La prep se hacía más rápido.
Y el equipo dejaba de quejarse porque “esto está medio templado”.
Además:
- El mantenimiento está incluido.
- Si vuelve a fallar, la cambian.
- Y si dentro de 6 meses necesita una más grande, puede subir de nivel sin dramas.
Ana lo resume fácil:
“El renting no me salvó solo el puente. Me salvó el negocio de ir apagando fuegos.”
Desde entonces, también alquiló otras cosas.
La embasadora. Una nevera.
Y ya le está echando el ojo a un horno nuevo.