A Pablo se le fue de las manos.
Abrió su primer restaurante como hacen muchos:
Con ilusión, con una carta muy ambiciosa… y con un préstamo que parecía razonable hasta que llegaron los imprevistos.
Compró todo: horno, plancha, cámara frigorífica, lavavajillas, cocina completa.
Todo de su propiedad.
Todo suyo.
Todo responsabilidad suya cuando las cosas empezaron a fallar.
Duró 10 meses.
Tuvo que cerrar.
Pero no se rindió
Pasó seis meses reestructurando su vida, aprendiendo de lo que salió mal.
Cuando volvió a intentarlo, lo hizo con una sola frase grabada a fuego:
“Esta vez no compro nada. Solo alquilo. Y solo con quien me responda.”
Segunda oportunidad. Sin lastres.
Con ayuda de un asesor y una idea mucho más clara de negocio, contactó con Santa Sed.
📦 Le equiparon una cocina completa
🛠️ Le incluyeron mantenimiento
🚚 Le instalaron todo sin coste
🔁 Y le dieron flexibilidad para crecer sin arriesgarse
Hoy, Pablo tiene un restaurante pequeño, rentable y en crecimiento.
La diferencia no fue solo la carta ni la ubicación.
La diferencia fue no encadenarse a equipos que te entierran cuando fallan.
Hoy gana dinero.
Y cuando algo falla, no se cae el negocio.
No es magia.
Es sentido común, bien alquilado.